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San Rafael Opinión  Miercoles, 29 de Abril de 2020

El virus los desnuda y los presos los exhiben

El concejal Francisco Mondotte opinó acerca de las protestas carcelarias y los beneficios que se les están ortorgando a algunas personas privadas de su libertad, en torno a la pandemia de Covid-19.

Miercoles, 29 de Abril de 2020
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29/4/2020

Antes de opinar, vale la pena decir desde dónde lo hace cada uno. Me paro donde estoy, a mí me genera rechazo saber que Boudou disfruta de la cuarentena en un sillón con vista al río en Puerto Madero. Con su libertad, todos cedimos un poco de la nuestra y aquel día, aunque no lo sabíamos, desde la Casa Rosada se emitía un cheque en blanco en favor de todos los argentinos legalmente privados de su libertad.

Como un efecto dominó, desde hace semanas se suceden las protestas en las cárceles del país para exigir liberaciones a causa de la pandemia que atravesamos. Lógico. La pandemia es el contexto ideal para hacerlo, y el tercer kirchnerismo, un gobierno inmejorable para conseguirlo.

Vale hacer una aclaración. Argentina no es el único país con problemas en las cárceles desde que comenzó a propagarse el coronavirus. Varios países de Europa, Asia, Estados Unidos y también la región enfrentan protestas de los internos. Pero sí en nuestro país tiene, como de costumbre, un aspecto que nos distingue: nuestro Gobierno es el único que pidió formalmente, a través de la Secretaría de Derechos Humanos, el arresto domiciliario de un corrupto confeso como Jaime, a quien la Justicia señaló como uno de los responsables de la masacre de Once.

Las imágenes de los motines con presos en los techos, incendios, heridos e incluso un muerto preocupan.¿Preocupan por el hecho en sí? Claro.Pero más preocupan por el fondo. Esos presos están diciendo con gestos y hechos aberrantes: “Por qué si el Estado pide que Ricardo Jaime salga en libertad, no podemos hacerlo nosotros que estamos en la misma situación que Jaime?

Tenemos por un lado, un Estado débil, institucionalmente frágil;por otro, un Gobierno fuerte, no en la gestión pero sí en la convicción: ningún compañero preso. Compañeros presos, nunca más.

Con esa premisa llegaron el 10 de diciembre y de a poco instalaron el tema. No pasaron años, fue hace semanas que conocimos aquella hoy lejana idea de intervenir el Poder Judicial de Jujuy a través de una Ley Nacional, porque Milagro Sala purga una pena en sus cárceles. Largaron a Boudou, soltaron a D´Elia, salió De Vido.

El problema del caso es que es el Estado el que restringe las libertades ciudadanas. Son las instituciones las que promoviendo desde el poder las excarcelaciones, no sólo crean un problema de seguridad pública en potencia, sino que crean un problema mayor aún de credibilidad pública pegándole un fierrazo en la línea de flotación al necesario equilibrio entre derechos y deberes que rige a toda sociedad democrática. ¿Cómo vas a pretender que una persona salga con tapa boca si el Estado litiga para delincuentes que buscan su libertad?

La falta de un poder público coherente que garantice derechos y exija el cumplimientode obligaciones con un éxito aceptable, irremediablemente favorece las decisiones provisorias e impredecibles, el desinterés por el funcionamiento democrático de las instituciones y la falta de incentivos para que la ciudadanía participe y se comprometa con los asuntos públicos.

Cuando las instituciones quedan a merced de la ideología que ocupa provisionalmente el poder, pierden su fortaleza: la perdurabilidad más allá de los poderes partidarios y sociales transitorios. En Argentina, tal vez la imagen más acabada de nuestra debilidad institucional pase por ahí, quienes ganan no sólo gobiernan por un tiempo definido, también son el Estado durante –al menos–ese tiempo: L"État, c"estmoi.

Como el Estado soy yo, a mis presos los suelto yo. En las cárceles, agito yo. Y a la Justicia, el ritmo se lo pongo yo.

Alguien podrá decir que por ahora los mendocinos podemos sentirnos tranquilos: ese es un problema de bonaerenses y porteños. Error. El partido más importante de la oposición al gobierno de Suárez, ya tomó orgánicamente el tema del mismo modo que lo abordó el Frente nacional que integra: primero preocupación por la situación de las cárceles y luego pedidos amparados en una rebuscada, elástica y parcial mirada de los derechos humanos. La semana que viene bien podría aparecer una servilleta de Corach versión cuyana, pero con algunos presos propios, amigos, cercanos, afines, para “flexibilizar su situación” debido a la pandemia.

El virus no puede ser motivo para todo, menos aún excusa. La emergencia es sanitaria, el problema también es económico, y el método no puede ser más poder para el poder, menos aún un poder decidido a izar aún más alto la bandera de la revancha.

Que estemos en cuarentena no puede significar que pongamos las instituciones en pausa. Una suelta masiva de presos condenados implica un quiebre en el contrato social. Los presos pueden volver a la cárcel, pero un contrato social demora días en escribirse, años en rubricarse y décadas en legitimarse. La economía apremia, la salud preocupa, no hagamos de la institucionalidad democrática un tercer y más grave motivo de emergencia.