Por Enrique Mario Barrera
8/7/2022
Mi contacto con este lugar tan místico, asombroso y tan apreciado consta de una tarde, a finales de la década de 1950 y una tarde de junio de 2022.
En aquel lejano tiempo y con apenas 4 ó 5 años de edad mi padre nos llevó de paseo al “Cerro Bola”, salida que disfrutaban muchas familias sanrafaelinas y cuando algún pariente venía de visita se frecuentaba llevarlo allí. Por supuesto que con mi corta edad no me ubicaba donde estaba ni como se llamaba ese paraje, eso lo aprendí unos años después cuando un familiar hacía esa referencia.
Lo único que recuerdo de ese paseo era que al llegar había “una curva a la izquierda y una enramada que tenía muchas mesas”, la mayoría ocupadas. Gran movimiento de personas y música que sonaba contínuamente. Estaba sentado ahí y mi padre me trajo una gaseosa anaranjada, fresca y con tantas burbujas que al tomarla me hacía cosquillas en la nariz, su delicioso gusto me impresionó y fue unos años después que al tomarla nuevamente supe que se llamaba “Crush” y es el día de hoy que su sabor se me representa igual que en aquella época. Así pasó esa tarde de fines de los ´50 del siglo pasado.
Más de 60 años después y en una tarde de Junio del 2022 decido, con familiares, ir a los baños termales del Cerro Bola, sabiendo que ese lugar está abandonado y en ruinas, pero teniéndo presente los comentarios de muchos sanrafaelinos que a través de los años, nombran ese complejo y recuerdan los días maravillosos que pasaron junto a sus familiares en ese lugar místico y hasta mágico en que pasaban las horas subiendo al cerro y caminando por los alrededores haciendo día de picnic realmente especiales y que ahora traen tanta nostalgia a los miles de coterráneos que conocimos el Cerro Bola.
Ubicado a 8 kms al sur de la Villa 25 de Mayo y a 30 kms del centro de San Rafael, se llega transitando por Ruta Nac. 144 hacia el sur y luego por Ruta Prov. 191 hacia el oeste unos 4 kms donde comienza la huella (coordenadas 34.635040 S y 68.564769 W) hacia el sur, de tierra y con algunas piedras obligan a tener precaución en su recorrido, un par de socavones alertan un poco más pero se transita sin inconvenientes unos 800 metros, donde autos y camionetas terminan su recorrido normal, luego el sendero se angosta y solo permite el paso de motos, bicicletas, cabalgatas y caminantes para hacer los últimos 400 metros hasta llegar a destino (coordenadas 34.643228 S y 68.574769 W).
Esta tarde de Junio me encontré en el lugar donde funcionaron los baños termales, de repente estaba frente a la “curva a la izquierda” y haciendo memoria se me representó “la enramada que tenía muchas mesas”, esta vez no habían personas en el lugar disfrutando los baños ni las gaseosas de antaño, están las ruinas de lo que fué ese complejo que atrajo a tantas personas y permitió tantos hermosos recuerdos de infancia que en la adultez y vejez nos saca una sonrisa emocionada por ser un paraje que se nos grabó en el corazón.
Ver lo que queda, unos pocos muros y pisos, cañerías de barro por donde llegaba y salía el agua sulfurosa, muros de piedras que sostiene el terreno elevado, una gruta a 15 metros de altura y otra péqueña más arriba, nos permite volver a recrear lo vivido en aquel tiempo, la subida al cerro, que hoy se puede hacer de la misma forma, el silencio y la paz del lugar contrasta con el bullicio de aquella época pero no dudo que si el camino se arreglara y se cuidara permitiría llegar con vehículos hasta su proximidad y sería un lugar de esparcimiento y aventura nuevamente, tomando todos, el compromiso de cuidar lo que queda pero a su vez disfrutar ese rincón natural tan importante para nuestros sentimientos.
Hoy el cerro sigue a disposición para la aventura y pareciera que nos desafía nuevamente a subirlo y la vegetación nativa, jarillas, chañares y alpatacos junto a algún sauce y eucaliptus le dan un marco natural especial que invita nuevamente a que el disfrute regrese y sea motivo para futuros recuerdos de este maravilloso lugar.