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Cultura El Quijote Verde Domingo, 30 de Abril de 2017

Noelia (segunda parte)

Walter Greulach es un sanrafaelino nacido en Jaime Prats. Hoy, reside en Miami y colabora con MediaMendoza.com a través de esta columna a la que él llama El Quijote Verde. Esta es otra de sus entregas.

Domingo, 30 de Abril de 2017
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II

 

— ¿Qué estás haciendo? Serenate, pensá con claridad. Es peligroso, ni siquiera la conocés —le repicaba una vocecita en la cabeza mientras hacía entrar a la rarita al restaurant invitándola a sentarse junto a una mesa ubicada en la terraza, con clara vista a la entrada principal. Su caminar era lento, forzado. Se movía arrastrando los pies, como imbuida de un profundo cansancio.

A esa hora ya se habían marchado los últimos empleados. El dishwasher y la encargada de limpieza salieron en el momento en que tiraba la basura. No habría ni un testigo si a la loca se le ocurría asesinarlo allí mismo.

Le ofreció un té, con unas cuantas brownies, que la indigente fue devorando en una especie de éxtasis. El hombre la observaba con pena, sin ánimo para interrumpir tamaña exhibición de hambre. Al rato se sirvió un café y fue a sentarse en la silla más alejada de la mesa. Por primera vez se preguntó que mierda hacia allí, a las doce cuarenta de la noche y junto a una lunática extraviada.

—A ver Noelia, serenate, despeja tu cabeza y trata de ordenar esa cantidad de idioteces que me dijiste allá en la calle.

La muchacha lo enfocó con sus ojerosos ojos verdes y un dejo de picardía se prendió en ellos. Tras limpiarse las migas de la boca con un guante, con más agujeros que tela, replicó:

—Parece que todo no es tan sinsentido desde el momento que me invitaste a pasar, ¿no? —acotó con marcado acento argentino.

—Sabés que sentí mucha lástima por vos y quise darte algo para comer. No es bueno pasar una noche tan fría con el estómago vacío —mintió bajando la vista.

—Sí, seguro. No me digas que por lo menos no te hice acordar a alguien muy cercano. Mis ojos, mi pelo, mi sonrisa. ¿No te suenan?

—¡Basta ya! —balbuceó nervioso el cocinero. Te voy a dar la última chance de que me expliques de que va lo tuyo. ¿Quién carajo sos? ¡De en serio, eh! ¿Qué querés de mí? Hablá en serio o te saco a patadas por el culo —se sorprendió rabioso y gritando fuera de sí.

— ¡Tranquilo Yoyi! — intentó calmarlo llamándolo como solo su mujer en la intimidad lo hacía. — Déjame detallar que ha sido de nosotros las pasadas dos décadas, o dicho mejor, en nuestro futuro. Prométeme que no vas a interrumpir por más disparatado que suene mi relato. Si al final no he logrado convencerte, yo misma desaparezco para siempre. Dame una oportunidad, solo eso y chau. ¡Por favor! Ya que te arriesgaste hasta aquí, que perdés con escucharme.

El ruego y la ternura, reflejados en un rostro que cada vez le resultaba más familiar, quebraron otra vez su resistencia. Llamó a su esposa para avisar que llegaría una horita tarde y con un nudo en el estómago, acompañado de un dolor in crescendo, movió la cabeza asintiendo expectante.

—Dale, te escucho. Media hora y te tomas el raje para siempre o la próxima  mando a buscar la policía, ¿okey?

En los siguientes cuarenta y cinco minutos Noelia le contó una historia tan asombrosa como ridícula. Digna de un fabulador de ciencia ficción como Bradbury, Asimov o Clarke, a quienes Jorge realmente adoraba. Quizá un poco por esa afición suya a lo fantástico, pero más que nada por los certeros datos que sobre su vida y la de los suyos ella le iría tirando, en un momento y contra toda lógica, comenzó a creerle.

Según el alucinante relato, la que estaba allí era su hija Noita y venía del 2038. A los veinticuatro años, en invierno del 35, fue condenada a muerte por un crimen ajeno. Inesperadamente el gobierno americano le brindó una última posibilidad de sobrevivir. En un laboratorio de la base militar de Quantico, en Virginia, estaban por testear un prototipo de nave temporal. Un proyecto ultra secreto para el cual necesitaban el primer conejillo de India. Alguien que no perdiera nada si al final, como un ochenta por ciento de la ruleta probabilística lo indicaba, el experimento fracasara. Una condenada voluntaria resultaba un excelente cobayo.

Llevaba tres años y medio en el corredor de la muerte y aun le faltaba por lo menos una década hasta el día de la ejecución. El supuesto delito capital lo había cometido en Miami Beach, en un spring break que pasó con sus compañeros del college. Su novio fue encontrado acuchillado en el cuarto del hotel que compartían y todas las pruebas incriminaron a Noelia. Sin embargo ella no recordaba un segundo de la noche fatídica, mas estaba segurísima de su inocencia.

No lo pensó ni un instante. De última, con tan reducida chance de éxito, el viaje era una magnífica forma de terminar con su calvario y si lo impensable sucedía, contando con que supiesen como traerla de vuelta, tenía garantizada la libertad como recompensa. Juró, firmó y refirmó que de trasladarse con éxito al pasado, no establecería contacto con nadie con el que hubiese tenido contacto en sus primeros tres años de vida.

Tras darle todas las instrucciones y recomendaciones necesarias, a lo largo de cuatro meses y medio, la metieron en un supositorio negro que comenzó a girar a mil por hora y plufff… tras nublársele todo perdió el conocimiento. Quien sabe cuánto tiempo después se encontró sobre un banco de mármol en la plazoleta, enfrente al edificio de la corte de New York. Un dolor de cabeza insoportable, los ojos colorados, un ardor en todo el cuerpo, la taquicardia ahuecándole el pecho y ni puta idea de quién era, de que hacia allí. Tras unos minutos de total desorientación la joven volvió a desmayarse.

Despertó al pie de Whashington Heights, en el upper west side de Manhattan, acurrucada en un sombrío cuarto del Instituto siquiátrico del estado de New York. Le llevó siete meses recobrar la memoria, recuperar su identidad de viajera en el tiempo y comenzar a planificar la huida del loquero. Dos o tres veces intentó contarles la verdad, cayendo en cuenta que nadie jamás llegaría a creerle y entonces optó por el silencio. Su nuevo plan fue demostrarles que estaba sana mentalmente, que la podían dejar salir y allí también fracasó. No iban a liberarla a no ser que les brindara datos sobre su identidad y allá afuera alguien se hiciese responsable. Si que un buen día se ocultó en el conteiner con la ropa sucia del psiquiátrico y terminó huyendo en el camión de la empresa de lavandería.

Un problema central agravaba aún más las cosas y era el poco tiempo con el que contaba. Los científicos del 2038 trataron de explicarles las razones por las cuales su cuerpo se iría debilitando con el correr de los días, ni le interesó entenderlas. No pudieron decirle con exactitud cuánto le quedaría, podría ser una semana, un mes, como máximo un año, pero llegaría el momento en que se desvanecería, desapareciendo para siempre en todo el espacio temporal. O sea no solo dejaría de existir ella con sus veinticuatro mayos sino también la beba que alegraba los días de Jorge y su familia en el 2017. Como sea, se estaba más débil minuto a minuto.

Terminó su relato bosquejándole lo que sería de los Centurión en los años por venir. Le brindó tantos detalles íntimos, tanta información reservada que el cocinero en un momento no pudo contenerse y levantándose angustiado fue a darle un fuerte abrazo. Aquella madrugada en Queens lloraron juntos ante el drama que se avecinaba. Esa mujer, su hija, su bebé, el sentido real de su existencia, podía desaparecer en cualquier instante.

Lo que no conocía Jorge era que Noelia aun barajaba una remotísima chance. Esa era la razón por la cual trasgredió la máxima recomendación de los hombres de Quantico encontrándose con alguien de su pasado. Necesitaba ayuda urgente,  pues estaba exhausta y a duras penas podía caminar. Había una forma de contactarse con los del futuro para contarles sobre el éxito del experimento, para pedirles por favor que vinieran a buscarla. La movida era arriesgada y podía poner en riesgo la misma vida del cocinero argentino… continuará.

 

Hasta la próxima lectores de San Rafael, General Alvear y Malargüe. Gracias por seguir  los escritos del Quijote verdolaga en estos pasados cinco años. En una semanita  traeré la resolución de Noelia. Abrazo de oso y muy buen mayo mi gente linda.

Amanecerá y veremos…   W.G.Greulach desde Miami.