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San Rafael Protagonistas Lunes, 20 de Noviembre de 2017

De paso en San Rafael, un bici-viajero en busca de la argentinidad

El fin de semana largo arrimó miles de turistas a terreno sanrafaelino, pero uno destacó por sus inconfundibles peculiaridades. Esta es su historia.

Lunes, 20 de Noviembre de 2017
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Fotos: Jorge Gutierrez / Mediamendoza.com

20-11-2017. Pablo Carnevale trabajaba en una oficina en el barrio de Barracas, en Capital Federal. Era administrador de sistemas en una consultora informática estadounidense. Tras cinco años de rutina de oficinista, a sus 29 años, renunció, para sorpresa de todos.

Le iba bien. Tenía un sueldo importante; trabajaba tranquilo; le gustaba lo que hacía y lo hacía bien. Estaba ascendiendo rápido y sus perspectivas de liderar el grupo se mostraban inminentes, lo cual iba a traer mejores ingresos y nuevas oportunidades. Pero él persistió en su idea.

Al joven informático, su vida le empezaba a parecer “aburrida”, dice. “Era muy predecible, muy estructurada. Seguramente me iba a casar, iba a tener hijos y a hacer la misma vida que millones de personas en Buenos Aires. Sin ninguna adrenalina”, recuerda.

Cuando les dijo a sus padres lo que pensaba hacer, ellos le quedaron mirando sin terminar de comprender. El padre, entonces, intervino: “Te estás capitalizando”, le dijo, señalándole el auto que Pablo se había comprado recientemente. “¿Lo vas a perder todo?”.  Sí y no. Perder no era realmente perder, explicó, era ganar en experiencias; era vivir cosas nuevas y enriquecerse de ellas.

Fiel al plan y desleal al consejo general, Pablo tomó una bicicleta en octubre del 2015, y partió a Ushuaia. Tardó cuatro meses y medio en llegar. Desde entonces, ha ido y venido. Pasó por Chile, Argentina, Patagonia, muchas provincias, miles de kilómetros de calles de tierra, puesteros, hostales, caídas de las que te hacen “volar”, lluvia, frío, nieve, granizo, viento, museos por doquier, investigadores del Conicet compartiéndole historias en un campamento desolado a mitad de la nada. Todo sumó. Y finalmente, San Rafael, este mismo viernes. El fin de semana le ha tocado el turno al Sur de Mendoza. Llegó con el itinerario al Cañón del Atuel, tal vez un campamento allí y después Malargüe. ¿Y más tarde? Seguir. Otra vez a la Patagonia para cazar aire fresco mientras el verano avanza. ¿Y volver? “No”, asegura Pablo. El viaje estaba programado para durar un año, pero ya lleva más de dos y no hay todavía en el horizonte otra isla de rutina. El mar está apacible.

En esta travesía, Pablo ha aprendido, cuenta. Es que su camino inició, realmente, impulsado por la potencia de la curiosidad. Una de las motivaciones que encontró para viajar por Argentina –aunque entre tantas opciones había otras más taquilleras, como Europa o América Central- era un “agarre a la argentinidad”, afirma. Él, dice, siempre fue un crítico de la forma en que la historia le había sido enseñada a su generación o a la de sus padres. Viajar era, entonces, un antídoto contra ese relato envenenado. Viajar era una forma de revisar lo aprendido; y re-aprender destejiendo.

“Mucha gente en Buenos Aires piensa que sabe de historia, pero yo no me quedo con eso que nos dijeron. La historia es muy dura con el pueblo argentino”, comenta. Tomar la bici, recorrer el país, visitar museos y parar a leer, agrega, eran formas de hilvanar un nuevo relato histórico, sin matices, objetivo. Tras dos años de método persistente, no obstante, la senda no ha llegado a su fin todavía: “Me sigo preguntando qué somos los argentinos, qué es lo que nos une”.

“Somos muchos tipos de argentinos”, sostiene Pablo. Algunos, viajeros como él. Otros, puesteros (muchos de los que, relata, lo han recibido decenas de veces en sus moradas prohibiéndole acampar afuera). Algunos son curiosos. Muchos alumnos, por ejemplo, lo han recibido en sus escuelas rurales y han escuchado sus anécdotas, entre intrigados y sorprendidos.

Y otros son solidarios y soñadores, asevera el viajero. “A veces me dan plata en la calle. La gente te dice: ‘¡Comete un asado!’. Les hace feliz; es gente que te pregunta, te indaga y te cuenta: ‘Si no tuviese tantos compromisos sabés cómo me subiría a la bici y me iría como vos’. Y finalmente me dice: ‘¡Tomá!’. Hace el duelo, te felicita y te dan plata. Y después, tal vez, se va pensando: ‘¡qué libre, qué independencia!’”