de

San Rafael

Loro barranquero, un ave un tanto incomprendida

Por Enrique Mario Barrera

Lunes, 10 de Marzo de 2025

Nombre científico Cyanoliseus Patagonus, su hábitat se encuentra, principalmente, en la estepa patagónica y en la Cordillera de Los Andes hasta Jujuy en Argentina y en el Sur y centro de Chile. Su existencia rara vez supera los 2000 msnm. Nidifica en las barrancas (de allí su nombre) tanto de las que dan al mar como en desfiladeros cerca de algún curso de agua.

En las regiones llanas y en presencia de bosques nativos la nidificación se realiza en las ramas de los árboles, en Mendoza es frecuente verlos en algarrobos, chañares y demás especies con ramas espinosas. Los nidos son voluminosos, teniendo en cuenta que el loro barranquero llega a medir 45 cms de longitud aproximadamente y pesa alrededor de 300 grs. La hembra, en la época de reproducción pone entre 4 y 5 huevos los que en 25 días permiten el nacimiento de las crías que son cuidadas por ella y alimentadas por el macho; en 60 días los pichones comienzan a volar.

Forman colonias, algunas muy numerosas y se caracterizan por ser sumamente ruidosas, ese es uno de los factores por los que hay ciudades que las consideran invasivas y molestas, por las que se las combate constantemente; además por la suciedad que dejan a su paso en plazas o parques donde descansan.

El hecho de que se altere la convivencia entre los loros y el ser humano se debe, principalmente, a que en las últimas décadas el hábitat que ocupaban esas aves se modificó, ya sea por el cambio climático o porque la sobreexplotación de los bosques nativos y la deforestación los alteró definitivamente.

En nuestro sur mendocino la masa arbórea nativa se redujo considerablemente desde hace décadas, el uso de madera de algarrobo, chañar y otras para calefacción e industrias que necesitan fuego, hizo desaparecer estas especies y por lo tanto se alteró la fauna y la flora restante por el desequilibrio que provocó. Entre las aves que se desplazaron están los loros barranqueros, es por ello que en algunos árboles de ciudades y pueblos se comienzan a ver sus grandes nidos.

Un ejemplo notorio de ese cambio de hábitat lo vemos en nuestra Villa 25 de Mayo; haciendo un poco de memoria ese pueblo tenía uno de los bosques de Molles más importantes de la región, ubicado entre la calle Pío Ara y el Río Diamante y desde calle San Martín hacia el este; ese bosque fue su refugio y su alimento (el fruto del molle, entre otros) y desde hace tiempo se ven nidos de loros en distintos árboles del pueblo, inclusive en el predio del fuerte.

Los cientos de molles de ese lugar fueron erradicados y solo quedan algunos al borde de los caminos, por ejemplo en calle Pío Ara en donde ubicamos a un ejemplar casi centenario y que debemos cuidar siempre.

Si deforestamos nuestro monte nativo tendremos consecuencias por el desplazamiento y, a veces, desaparición de fauna y flora, por eso debemos cuidar nuestro entorno natural y fomentar la recuperación de ese monte desarrollando viveros (ya existentes) y logrando que se desarrolle a pleno el equilibrio ambiental que supimos tener y hoy lo perdimos por depredarlo.

Si nos molestan los loros barranqueros, devolvámosle el hábitat que les pertenece.

(Foto: Juan Pablo Orozco)