Por Enrique Mario Barrera
27/10/2022
Parado en la intersección de las calles Las Heras y Mitre de la Villa y mirando hacia el sur vemos el predio que proteje a los restos del antiguo Fuerte de San Rafael, pero ese no es el foco de atención en esta oportunidad; es la esquina sud oeste la que llama la atención, la vieja casona de la familia Martinez.
Un antiguo carolino obliga a contemplarlo por su voluminosidad y estampa y a su sombra una gran casa de adobe; la belleza de una construcción más que centenaria exhibe su fachada, 30 metros de largo por casi 7 de alto, puerta y ventanas de prolijas terminaciones denotan un perfecto estado de mantenimiento y su madera dura desafía el paso del tiempo contado en muchas décadas. Dinteles de igual material que se funden en la masa de barro que reviste los preciosos muros donde se aprecian los gruesos cimientos de piedras típicos de construcciones de más de un siglo.
Contemplar la fachada en su totalidad es admirar la delicada combinación de una fundación de piedras sosteniendo gruesos muros con revoques de barro, molduras sobre las ventanas y un coronamiento en sobrerelieve muy bien trabajado en la cornisa. A los costados del pórtico principal dos columnas todavía dan su presencia, incluso tienen sus correspondientes capiteles.
El paso desde la vereda al interior de la vivienda se hace por el portal principal dando la sensación de estar viviendo en tiempos remotos de nuestra historia. Un momento que obliga a la emoción por estar presenciando al ser humano que proteje un bien patrimonial tan digno como su vecino de enfrente, el fuerte mencionado.
Un zaguán de 7 metros de largo nos lleva a las distintas dependencias del lugar, dimensiones generosas y una altura considerable hasta los cielorrasos de tela perfectamente mantenidos.
Y allí, en la cocina, nos recibe el actual dueño de casa Don José Martínez Rojas, con sus 94 años y una lucidez y memoria asombrosa. Recurriendo a su pasado nos permite obtener información tan valiosa como es la de conocer su historia y la del hogar en que vive.
Cuenta que nació allí en 1927 y que su padre Don Antonio María Emilio Martinez Gimenez, venido desde Almería España, adquirió esa propiedad en 1892. La misma estaba abandonada y venida a menos y, según vecinos de la zona, se habría construído cerca del año 1860. La emoción invade de nuevo, estábamos en un hogar de 162 años de antigüedad.
Aprovechando este fantástico viaje en el tiempo pregunto si podría describir los caminos existentes en San Rafael de principios del Siglo XX y anteriores, por su memoria o por referencias y expresó que en aquellos tiempos el viaje desde la Villa a la Colonia Francesa era por el actual camino que va a la Rotonda del Cristo y desde allí al pueblo nuevo y otra opción era por la huella que hoy es conocida como Gomensoro.
Para ir a Mendoza se usaba el camino que hoy es la Ruta Nacional 143. Recuerda, además, que las personas que viajaban desde Mendoza para Malargüe usaban un antiguo camino que venía desde Pareditas, pasaba por La Jaula y luego por El Sosneado (hoy se conoce como la Ruta 40 Vieja). La extraordinaria memoria de Don José nos recuerda que su padre transportaba mercaderías desde un Ramos Generales de un Señor Tomás Arana, de la Villa hasta los clientes de Malargüe, utilizaba 3 mulas cargueras y cabalgaba una yegua haciendo siempre el mismo recorrido; saliendo por la actual Calle Las Heras, pasaba frente a su casa y el fuerte por supuesto, atravezaba el Río Diamante, que era muy ancho en ese lugar lo que lo hacía poco profundo y luego de recorrer un tramo de lo que es hoy la RP 191 tomaba hacia el sur por el cauce del Arroyo El Tigre y así cruzaba por un sendero plano, sin subir ninguna cuesta, llegando hasta la Cieneguita donde tomaba la huella donde hoy es la RN 144 y de allí a su destino, eran viajes de varias jornadas. En aquel tiempo no existían las RN40 nueva ni la RP 101 y la actual 150 era un camino que llegaba hasta una Mina de Mármol existente cerca de lo que hoy es Los Reyunos. Recuerda que en una oportunidad de esa cantera se logró sacar un gran bloque de mármol, de muchas toneladas de peso, fue cargada en una “chata” (carro de transporte que permitía el traslado de cosas muy pesadas o voluminosas), tirada por gran cantidad de mulas, pasó por la calle principal rumbo a la estación del ferrocarril de Capitán Montoya y en un lento viaje que duró varias semanas fue cargado en un vagón rumbo a Buenos Aires. Todos los caminos eran de tierra y representaban aventuras reales cada vez que se circulaba por ellos.
Volviendo a los tiempos de su niñez recuerda que al costado de cualquier camino el bosque nativo acompañaba contínuamente mostrando jarillas, molles, chañares y algarrobos de grandes dimensiones, luego la tala indiscriminada hizo su efecto.
Un gran avance familiar fue cuando su padre pasó de hacer su trabajo con mulas de carga y logró una carretela lo que facilitó su tarea. Esa carretela actualmente descansa bajo la sombra de un árbol del patio del lugar. Al ver de la madera y el hierro de que está hecha, nos remonta a presenciar un vehículo que sin dudas hacia el año 1900 estaba en servicio.
Los recuerdos del entrevistado van desde las referencias que le aportaron sus mayores, que muestran el crecimiento de la Villa 25 de Mayo en el Siglo XIX, pasando por un estancamiento producido por el traslado a la Colonia Francesa y la formación de la Ciudad de San Rafael, notando en las últimas décadas un resurgimiento de la valorización del patrimonio historico y cultural que tanto caracteriza al distrito.
Un capítulo especial que recuerda Don José es el que vivió junto a sus compañeros de escuela del cuarto grado y que consistió en plantar árboles en el predio de la Plaza de Armas del Fuerte de San Rafael bajo las indicaciones de Don Narciso Sosa Morales, esos ejemplares se pueden apreciar en la actualidad en donde se destaca un antiguo roble.
Luego de un par de horas de charla informal con tan amable anfitrión y teniendo la sensación de haber consultado una verdadera enciclopedia viviente, representada por nuestros queridos “mayores”, surge la necesidad de aportarles un consejo a nuestros jóvenes, que en estas épocas tan aceleradas se tomen un tiempo para pedirles que les cuenten su experiencia de vida, lo que siempre deja enseñanzas positivas y enriquecen el pasado de cada uno.
Llegó el momento de retirarse del lugar, luego de una cordial despedida camino 40 metros y de nuevo estoy en la esquina de Las Heras y Mitre de la Villa 25 de Mayo (los lugareños definen a esa intersección de calles como el “Km 0” de nuestra historia, puesto que allí comenzó todo) y mirando otra vez al sur observo el predio del fuerte y enfrente, no veo una casa de adobe, veo una Casa Señorial Antigua, bajo un notable carolino y esta vez me iré de allí llevándome parte del alma de esa casona que integra el patrimonio de nuestra cultura, departamental en particular y del sur mendocino en general.