El desarrollo de esta nueva arma plantea interrogantes sobre el posible uso de armamento no convencional en conflictos urbanos.
China ha dado un paso más en la sofisticación de su arsenal militar con la exitosa detonación de una bomba de hidrógeno no nuclear en un ensayo de campo controlado, según informó el periódico South China Morning Post. El experimento, llevado a cabo por científicos del Instituto de Investigación 705 de la Corporación Estatal de Construcción Naval de China, se considera parte de una estrategia orientada a perfeccionar tácticas de combate para un posible conflicto urbano en Taiwán.
El nuevo dispositivo explosivo se diferencia de los modelos convencionales no solo por el uso de materiales alternativos al TNT, sino también por su capacidad de mantener una intensa bola de fuego durante varios segundos. Esta característica busca ejercer una presión psicológica y física constante sobre los defensores enemigos en zonas densamente pobladas.
La iniciativa se enmarca en un contexto de creciente hostilidad en la región, tras recientes maniobras militares chinas que simularon un cerco a la isla autogobernada.
De acuerdo con los datos técnicos publicados en una revista científica china especializada en misiles y cohetes, la bomba utiliza como componente clave el hidruro de magnesio, un compuesto sólido que almacena hidrógeno y que originalmente fue pensado para aplicaciones energéticas descentralizadas.
Durante la explosión, ondas de choque pulverizan el material en partículas diminutas, liberando hidrógeno que luego se inflama, dando lugar a una combustión intensa con temperaturas superiores a los 1.000 grados Celsius.
Uno de los aspectos más innovadores del artefacto radica en su duración: la explosión se extiende por más de dos segundos, una cifra notablemente mayor que la de explosivos basados en TNT, cuya detonación es casi instantánea. Si bien la presión máxima alcanzada es menor, el efecto térmico sostenido puede causar destrucción considerable sobre objetivos amplios, al tiempo que permite una mayor precisión en la modulación del daño.
Este tipo de explosivo comparte similitudes funcionales con las armas termobáricas, conocidas por dispersar nubes de combustible que, al entrar en contacto con el aire, se inflaman generando bolas de fuego de altísima temperatura. Dichas armas han sido utilizadas en conflictos recientes como la guerra en Ucrania, donde el sistema ruso TOS-1 ha sido desplegado para destruir posiciones fortificadas y causar daños masivos en espacios cerrados.
La producción industrial del hidruro de magnesio ha sido otro avance clave. Hasta hace poco, su fabricación estaba limitada a laboratorios, pero el reciente lanzamiento de una planta de producción en la provincia de Shaanxi —con capacidad para generar 150 toneladas anuales— ha abierto la puerta a su utilización a gran escala. A pesar de estos progresos, aún no se han revelado detalles sobre el lugar exacto de las pruebas ni sobre las condiciones estratégicas que rodean su posible despliegue.
El desarrollo de esta arma no puede analizarse de forma aislada. A principios de abril, el Ejército Popular de Liberación llevó a cabo una serie de maniobras que incluyeron la participación de unidades navales, aéreas, terrestres y de misiles, como parte de lo que calificaron como una advertencia severa ante cualquier intento de independencia por parte de Taiwán. Estas acciones militares se suman a una escalada de tensión que podría desembocar en enfrentamientos prolongados, particularmente en entornos urbanos.
Expertos en defensa han señalado que, si bien este tipo de armamento ofrece una ventaja táctica significativa en la destrucción de posiciones enemigas, también conlleva el riesgo de causar daños colaterales sustanciales. No obstante, los ingenieros detrás de la nueva bomba aseguran que su potencia es regulable, lo que permitiría minimizar la destrucción no deseada en zonas residenciales o con presencia civil.
El uso de armas con efectos térmicos prolongados, en lugar de explosivos de alta presión inmediata, podría marcar un cambio de paradigma en la forma en que China planea una eventual incursión en Taiwán. La apuesta por una explosión más controlada, pero persistente, parece reflejar un interés en equilibrar la contundencia con cierto grado de precisión quirúrgica en escenarios de combate complejos.
En un contexto geopolítico en el que cada avance tecnológico se convierte en una pieza más del tablero estratégico, la detonación de esta bomba de hidrógeno no nuclear representa un mensaje claro: China está perfeccionando nuevas formas de guerra, con el ojo puesto en un eventual conflicto en el estrecho de Taiwán.