Su esposo la atacó a puñaladas y ella se arrojó en un intento desesperado por sobrevivir.
Paola Espíndola, una joven argentina de 24 años, fue víctima de un escalofriante hecho de violencia de género, y en medio del ataque de su pareja se tiró al vacío para salvarse.
La joven- oriunda de San Nicolás - se había mudado a Italia junto a su esposo, Alejo Grisetti, con la expectativa de empezar una nueva vida. Ambos trabajaban en un hotel de los Alpes y buscaban estabilidad lejos de casa. Pero ese proyecto se quebró de la peor manera: Paola terminó internada tras un ataque con arma blanca y una caída desde altura en un intento desesperado por sobrevivir.
El episodio ocurrió el 10 de diciembre, mientras la mujer preparaba el desayuno. Según el relato de su familia, su pareja la atacó por sorpresa y la apuñaló en distintas zonas del cuerpo. En ese momento, Paola intentó escapar. En medio del forcejeo y el terror, se arrojó desde un tercer piso para cortar la agresión y pedir ayuda.
La trasladaron de urgencia en helicóptero al hospital Santa Chiara, donde entró a cirugía y quedó internada bajo cuidados médicos intensivos.
La secuencia, tal como la describió su hermana Maira, empezó con una puñalada en el pecho y continuó con heridas en el brazo y la espalda. Paola, aun lastimada, logró mantenerse consciente y tratar de salir del ataque. La caída, lejos de ser un accidente, aparece como una decisión límite: un recurso extremo para no quedar a merced del agresor.
El cuadro clínico resultó grave. La familia informó lesiones internas y complicaciones que van desde perforaciones en ambos pulmones hasta una lesión renal, además de fracturas y daños en tendones. Entre las consecuencias más delicadas, se mencionó la pérdida de movilidad en la mano derecha por una herida en un tendón. La recuperación, según anticipan sus allegados, requiere cirugías, rehabilitación y tiempo, además de contención emocional.
"Está viva de milagro", repetían en su entorno, no como eslogan, sino como síntesis brutal de lo que quedó en el cuerpo y en la memoria de Paola.
El ataque no aparece como un hecho aislado. En el testimonio familiar, lo ocurrido se inscribe en un período previo de maltrato sostenido. La relación, que empezó en Argentina y siguió en Italia, se habría deteriorado rápido después de la mudanza. Maira describió un escenario de golpes, control y aislamiento. Según ese relato, el agresor manejaba el celular de Paola y respondía mensajes en su nombre. Ese detalle importa porque describe una forma típica de sometimiento: no se trata solo de lastimar, sino de borrar autonomía.
La familia sostuvo que Paola intentó pedir ayuda y buscar una salida, pero enfrentaba obstáculos concretos: vivían en un pueblo pequeño, con menos redes, menos margen para moverse y, en muchos casos, con temor a no ser escuchada. También señalaron que desde el hotel se había evaluado trasladar al agresor a otra sede para cortar la convivencia laboral. Sin embargo, esa medida no evitó el desenlace.
La experiencia deja una conclusión dura: cuando la violencia escala, los gestos parciales no alcanzan. La prioridad pasa por la protección efectiva de la víctima y la activación de mecanismos institucionales con seguimiento real.
Tras el ataque, Grisetti también presentó lesiones y permaneció internado por un breve período. La familia indicó que recibió atención médica y quedó detenido. En las horas siguientes, la causa pasó a la órbita judicial italiana y se esperaba su indagatoria ante el juez Enrico Borrelli, según lo informado por los familiares.
En paralelo, el foco de la familia se concentró en sostener a Paola. Maira viajó a Italia para acompañarla y contó que ambas atraviesan días de llanto, angustia y trámites. Además del impacto emocional, se sumó el costo material: pasajes, estadía, tratamientos, rehabilitación y la eventual repatriación. Por eso iniciaron una colecta solidaria para cubrir gastos y reunir fondos con el objetivo de volver con Paola a la Argentina.