de

San Rafael Obituario

Un homenaje a mi maestra, la señorita María de los Ángeles

Su vida fue valiosa, y las trágicas circunstancias de su muerte no deben empañar su noble legado. Este es un reconocimiento a su existencia, tan anónima como trascendental.

Martes, 11 de Julio de 2017

La partida de María de los Ángeles Ruggeri, la mujer que durante la noche del domingo murió luego de un desafortunado accidente con un arma, me afligió extrañamente. Ella fue mi maestra de matemáticas de sexto grado, quizás la mejor que alguna vez haya conocido, y una de las personas más amables y nobles que se han cruzado en mi camino. Aunque apenas supe de ella más allá de la escuela, su muerte me dejó pensativo, reflexivo, casi inerte, con una sensación inconclusa, y por horas me revolví en mi cabeza sin saber por qué. Y entonces lo entendí. El fallecimiento de mi ex-señorita, que ocupó la atención mediática todo el día, había opacado su destacable vida, y no debería ser así. Ella fue mayormente anónima, pero su paso por este mundo fue muy valioso y relevante; su ilustre trabajo tuvo una enorme repercusión en mí y estoy seguro de que también la tuvo en muchos de sus cientos de alumnos. Es por eso que quiero dedicarle estas palabras.

Yo tenía sólo 11 años cuando la conocí y ahora tengo exactamente el doble. Sin embargo, recuerdo el año en que fue mi maestra como uno de los mejores de mi vida, y gran parte de esa bonita memoria se debe a ella. Como muestra de esto puedo decir que, a pesar de mi corta edad, grabé con una precisión minuciosa sus clases, pero no sólo recuerdo con asombroso detalle todo lo que ella me enseñó, la recuerdo a ella misma, con su felicidad eterna, su inquebrantable sonrisa, su paciencia extrema, su guardapolvo tan blanco y finamente bordado, su pelo castaño y los pequeños reflejos que usaba por entonces, su perfume y su voz, su cursiva pulcra sobre el pizarrón verde. Y me veo a mí, me veo contento de entrar en su aula, me veo esforzándome al máximo, me acuerdo del énfasis que le ponía a la prolijidad en el cuaderno de matemáticas, aunque este nunca ha sido mi fuerte; ella era excelente y yo quería desesperadamente estar a su altura. Siempre digo que relaciono los recuerdos de mi pasado con diferentes tonalidades; algunas épocas las veo grises, otras sepias, y así. Todo se ve de un colorido fenomenal cuando pienso en el tiempo en que María de los Ángeles fue mi “seño”.

Por todo lo anterior, quiero que esta maestra magnífica sea recordada por su increíble valor, y no por las trágicas circunstancias de su muerte. Su vida no hizo titulares, pero fue importante hasta límites insospechados, mucho más que una desgracia llamativa. María de los Ángeles Ruggeri fue una persona generosa, una maestra extraordinaria y, puedo dar fe, una madre ejemplar. En mis pensamientos, siempre.

 

 - Uno de sus muchos y agradecidos ex-alumnos.