La transformación del predio de la "vieja terminal" de San Rafael -ubicado entre las calles Almafuerte, Avellaneda y Coronel Suárez, en pleno centro- avanza sin pausa. Sin embargo, también avanza sin árboles. Mientras el municipio anuncia que la obra entra en su etapa final, la promesa (y obligación contractual) de reforestar la zona tras la tala de unos 20 ejemplares aún no se ha cumplido, y, a juzgar por las imágenes que el mismo municipio publicó, no hay espacio visible para ello.
La obra ya había generado polémica desde su concepción. A través de un concurso, se eligió un proyecto ganador a cargo de un estudio de Mendoza, pero el municipio finalmente desechó esa propuesta y optó por desarrollar uno propio, sin dar demasiadas explicaciones. Esto generó malestar entre profesionales, arquitectos y parte de la comunidad, que reclamaron mayor transparencia y catalogaron el concurso como una "perdida de tiempo"
Hoy, esa polémica se reactiva con otra arista: el impacto ambiental. Desde que comenzaron los trabajos, las calles que lo rodean perdieron su arbolado original. La empresa contratista está obligada a reforestar la zona antes de que se le otorgue el final de obra, pero a simple vista, ese compromiso parece haber quedado en segundo plano.
No es la primera vez que esto ocurre. Durante la construcción de la terminal Néstor Kirchner también se prometió reforestar, pero la restitución del arbolado fue escasa o casi nula, es algo que está a la vista y que se hace notar, sobre todo cuando las altas temperaturas azotan. La historia parece repetirse.
El riesgo es claro: seguir reemplazando verde por cemento sin planificación ni controles no solo afecta el paisaje urbano, sino también la calidad de vida. El centro de San Rafael se calienta, se vuelve menos habitable y pierde identidad.
El silencio oficial sobre este tema en los anuncios de avances y etapas finales de obra es alarmante. La obra puede estar por terminar, pero la deuda con el ambiente y con los vecinos recién empieza.
Esperamos que esta nota sirva para recordar la importancia del arbolado público en San Rafael, y que el ex predio de la terminal cuente efectivamente con espacios verdes que reemplacen lo deforestado. Sabemos que el costo de los arboles no igualan el cemento, pero aún hay tiempo para que la reforestación se ponga en marcha y no quede, otra vez, solo en una promesa.
La falta de árboles no es un detalle menor: en una ciudad cada vez más caliente, más seca y más gris, debemos recordar que con el cemento no se come. Y tampoco se respira.