Los premios Ig Nobel premiaron estudios que parecen chistes, pero revelan curiosidades sorprendentes sobre animales, humanos y hasta alimentos.
Cada año, la Universidad de Boston se transforma en un escenario para lo inesperado: los premios Ig Nobel celebran investigaciones de los científicos que desafían la lógica cotidiana y despiertan la imaginación. Esta edición reunió a científicos de todo el mundo para mostrar experimentos que, aunque parezcan disparatados, invitan a pensar sobre la vida, la naturaleza y la conducta humana.
Entre los galardonados, investigadores de Países Bajos, Reino Unido y Alemania recibieron el Ig Nobel de la Paz por su estudio sobre cómo el alcohol puede mejorar momentáneamente la capacidad de hablar un idioma extranjero. Los científicos realizaron pruebas con estudiantes alemanes que aprendían neerlandés y observaron que un pequeño sorbo de alcohol parecía aumentar la confianza, facilitando la expresión oral.
Sin embargo, los autores aclararon que el alcohol no es imprescindible para aprender idiomas y advirtieron sobre los riesgos que su consumo excesivo implica para la salud.
El alcohol también apareció en el Ig Nobel de Aviación, otorgado a un equipo de Colombia, España y otros países, que demostró que ciertos murciélagos egipcios reducen su capacidad de vuelo y su precisión en la ecolocalización después de ingerir frutas fermentadas con apenas un 1 % de alcohol. Este hallazgo pone en evidencia cómo sustancias aparentemente inocuas pueden afectar el comportamiento animal de manera inesperada.
La gala mostró resultados extraordinarios en distintas disciplinas. Un estudio de Israel y Estados Unidos sobre teflón descubrió que ratas alimentadas con un 25 % de este material en su dieta durante tres meses perdieron peso sin mostrar efectos tóxicos. Aunque el estudio se limita a animales, abrió debates sobre la relación entre materiales inertes y metabolismo.
Otras investigaciones exploraron situaciones cotidianas de forma insólita: pintar vacas con rayas de cebra reduce las mordeduras de mosca, los bebés parecen percibir y disfrutar el sabor del ajo consumido por su madre, y algunas iguanas de Togo muestran preferencia por pizza cuatro quesos. En física, un grupo de científicos italianos analizó por qué el queso y pimienta puede formar grumos desagradables en la pasta, aportando soluciones para los amantes de la gastronomía clásica.
El Ig Nobel de psicología se otorgó a un estudio que observó cómo reaccionan las personas narcisistas al ser elogiadas por su inteligencia, mientras que el Ig Nobel de ingeniería analizó cómo unos zapatos malolientes afectan la experiencia de quien los usa. En literatura, el reconocimiento fue póstumo para William Bean, científico estadounidense que documentó durante 35 años el crecimiento de sus uñas. Su hijo recibió el premio y destacó la pasión de su padre.
Aunque los premiados no reciben dinero, los reconocimientos generan visibilidad y prestigio. Instituciones y países celebran sus logros, y en los próximos meses los científicos compartirán sus hallazgos en museos y espacios educativos alrededor del mundo, mostrando que la ciencia puede ser tan seria como divertida.
Los premios Ig Nobel siguen cumpliendo su objetivo: provocar la risa primero, y la reflexión después, y en especial recordar que incluso los estudios más extravagantes pueden ofrecer enseñanzas sobre la naturaleza humana, los animales y el entorno que nos rodea.