El cierre de listas del justicialismo en Mendoza dejó la misma postal de siempre: nombres reciclados, apellidos enquistados en el poder y un partido que parece más empeñado en conservar sus privilegios que en representar a la gente.
En el cuarto distrito, donde el peronismo supo ser fuerte, la historia se repite con una crudeza casi cínica. Como cabeza de lista aparece Emir Félix, apelando a la maquinaria política que en San Rafael lleva más de 20 años gobernando bajo la lógica del caudillismo. Una dinastía que se sostiene en cargos, favores y acuerdos internos, mientras el electorado ve pasar promesas incumplidas elección tras elección.
El mensaje es claro: no hay lugar para nuevos dirigentes ni para voces diferentes. El PJ vuelve a encerrarse en sí mismo, repitiendo fórmulas que ya demostraron su fracaso. En vez de abrir las puertas a una renovación genuina, elige el camino más cómodo: el de la rosca partidaria y el reparto de cargos entre los mismos de siempre.
El desgastado PJ mendocino no necesita más caudillos eternos ni listas de museo. Necesita aire fresco, nuevas ideas y dirigentes capaces de asumir riesgos. Pero el justicialismo, atrapado en sus propias redes, parece decidido a seguir mirando hacia adentro, como si la ciudadanía no se diera cuenta del engaño.
El resultado será el mismo de siempre: apatía, abstención y un PJ cada vez más alejado de la gente. Y el sur provincial, otra vez, reducido a escenario de una obra repetida hasta el cansancio, donde los protagonistas son siempre los mismos y el final ya está escrito.